Suave y sigilosa
se desplazaba la rata
bajo la mesa olorosa,
alrededor de las patas.
Fulgencia que ya comía
un sandwuich de oloroso queso
a la rata no veía
tranquila se servía eso.
Un chillido y una carrera
a fulgencia la tenía
con las falda a las caderas
y los calzones perdía.
Lauchita hija de Dios
te lo pido entra al hoyo
sino seremos dos
aterradas en este embrollo.
La rata inteligente
a la mesa se subía
llevándose diligente
el queso que se comía.
Fulgencia ya repetía
la oración de los ratones
y las manos se metía
subiéndose los calzones.
Lo bueno que con los gritos
y el queso entre los dientes
llegaron unos gatitos
comiéndose a los parientes.
La rata le contaba
este cuento a las hermanas
una gran rata miraba
entre las piernas humanas.