Tu llegada fue una bendición,
que, como dice Sabina:
“duró lo mismo que duran
dos piezas de hielo
en un whisky o en un ron”
Te entregue lo que tenía y
recibí agradecida
lo que me ofrecías.
Fui totalmente permisiva,
como una invitación.
Te deje penetrar en mí,
sin ninguna condición.
De pronto desapareciste
y allí estaba Dios,
fuiste mi amante
y te hiciste para mi
casi indispensable.
Luego todo cambio
no quedaba nada para ti
y no había nada que pudieras darme.
Entonces me pregunto:
¿para qué insistir?,
dejemos todo hasta aquí.
Si tu llegada fue una fiesta
¿para qué partir con tristeza?
En lugar de guardar rencor
te propongo bendecir con amor
y hacer un brindis por lo que se vivió.
Aprovechando el whisky o el ron
que se enfrió,
por el hielo que se derritió.