El cumpleaños del más chico
(que se llamaba Dieguito)
sirvió para romper el hielo
y ganar nuevos amigos...
Se invitaron los vecinos
aunque no se conocían,
no hubo otra cosa que hacer,
todo pagaba la tía...
La torta estaba muy rica
y se comió “choripán”
(de cocinar los chorizos
se había encargado Don Juan).
Después que todos tomaron
bastante la naranjada,
con los vasitos de plástico
se armó una gran peloteada.
Sólo tres se lastimaron,
la cosa estuvo tranquila,
-“Con los míos era peor...”
tranquilizaba la tía.
Los chicos se fueron yendo
cuando caía la noche,
y a los que vivían lejos
los recogían en coche.
Se destaparon los vinos,
ya estaba listo el asado,
(los chicos fueron la excusa)
¡ahora empezaba la farra!
¡El cumpleaños de Dieguito!,
¡que linda la butifarra!,
¡qué lindo el Vermouth Cinzano,
el truco y la guitarreada...!
Mamá María se hallaba
pegándole duro al vino,
y a cada rato decía:
-“¡Que vivan los argentinos...!”
Don Juan alzaba la copa
con una enorme alegría
y contestaba a su esposa:
-“¡Pero más viva la tía!”