Mírame,
aquí estoy,
mirándote de frente,
Jadeante de tu fuerza y ese brillo que me alienta,
cansado de sentirte cada vez que me aconsejas
y enervado de creer que eres tu quien me calienta.
Huidizo tus consejos a las diez
porque no debo pretender de apetitos ni de tez
y evado tu emerger entre eminencias
porque asfixias mi paciencia y excitas mi solvencia.
Rehúyo a escondidas de mi especie acalorada,
arriesgándome a querer a quien rige congelada
enfriando mi prenda encantada,
mi extensa morada y mi espacio sin fin.
Murmullo desde acá y pido que te vayas
porque solo me dianisas y con eso tu me acabas,
por que contigo en lo alto no me bajo ni me apago,
y estando a su tutela me oxido cada tramo.
Te juro revés del día que no puedo ya seguir contigo arriba,
que contigo ahí no puedo pedirle al valor que deje de tocar,
que deje de sonar, que deje de cantar y que deje de expresar,
porque como nadie sabes que no estoy resuelto ni tampoco elaborado
porque estando tú en las alturas no me siento encajonado
ni siquiera por reinos y mucho menos por poblados.