La montura de cüero bruñida
que con orgullo el corcel enseñaba
unido en lazos de sangre taurina
en el corrido la piel entregaba.
El toro ataca con vil vehemencia,
en las faldas del equino se clava
hundiendo en sus entrañas como hiena
el rocín dolorido relinchaba.
El lancero al ástado pica fuerte
defendiendo con nobleza el embiste
del toro que ya presiente su muerte.
La sangre gotea, la bestia insiste,
camina no corre mira a la gente
como locos aplauden...el ruedo persiste.
Un beso y una flor.
Alfredo Daniel López.