En la intensidad del sueño algo se pierde.
Es el último recuerdo que tuvimos del día,
el entusiasmo de un magnífico instante,
los grandes ojos tibios donde reflejamos nuestras dudas;
quizás el triste ruego de piedad
para que la ciudad no caiga
sobre nosotros.
El sueño mueve su hilo pendular.
Y el recuerdo final escapa:
esa vaga historia de nosotros y de los otros,
la repetida historia de la infamia
y del amor;
quizás la historia que hablaba de infinitos,
y sólo fue un puñado de sal bajo la lluvia.
Tantos inacabables nombres,
y detrás de nuestras espaldas
tantas hojas caídas
sin otra explicación que el otoño.
Tantas estrofas que quedaron sin decir.
El sueño duerme.
Algo que jamás podremos recoger
queda en el pecho, detenido.
G.C.
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