Sus manos danzaban
en su piel morena
buscando la vida
en existencias nuevas
entre montes pequeños
y simas obscuras
galopaban impacientes
entre amor y locura.
Los pétalos tiernos
de la flor serena
rendían espacio
a la vida plena.
El eco de un gemido
multiplicóse luego
y el estruendo escuchado
callóse contento,
agotado el viento
de un huracán perfecto
amainó entre risas
cantos y silencio.