Entraron muy despacito
tratando de no hacer ruido,
los demás no se movían
ni siquiera lo más mínimo.
Eran sombras en la noche
otras más entre las tantas,
que avanzaban sigilosas
a donde estaba la caja.
Todo iba bien, aún la puerta
se abrió muy rápidamente,
la vaciaron en las bolsas
enseguida y limpiamente.
¡Lástima que el gordo Iván
se chocó ese velador!
que hizo sonar la alarma
y despertó al cuidador.
Había una sola salida
de esa bendita fábrica,
y en el cruce de caminos
les pusieron la emboscada.
Eran muchos policías...
¡si hubieran venido en las motos!
no habría habido que entregarse...
los autos son engorrosos
para atravesar el campo
por más buenos que los robes...
por más nuevos y lustrosos...
Raquel estaba asustada
como todas las demás,
tan lejos queda Asunción...
¡y otra vez embarazada!
Después de oír la sentencia
que dieron a su marido,
ya no tuvo más remedio
que pensar sólo en sus hijos.
El viaje no fue tan malo,
hay gente buena doquier,
es asunto de querer
y hacerlo paso por paso...
(Algunos son muy gentiles,
sobre todo los varones...
¡hasta te hacen el amor
y te quitan las tensiones!)
Mes tras mes se fue acercando
hasta que llegó a Bolivia,
allí consiguió un dinero
y telefoneó a su familia.
-“Hablé con la Raquelita,
Juan, va a venir para acá...
es una feliz noticia...!”
-“¡Sí, lo debemos festejar...!”
A la noche se abrazaban
María y Don Juan muy fuerte
y decían “Raquelita...”,
“Raquelita...” solamente.