Como suave brisa que sobrevoló mi cuarto,
tu presencia presentí a mi lado.
Inconsciente, somñoliento,
al abrir los ojos allí estabas, mirándome:
No pude moverme,
ni pude hablarte, no alcancé a sorprenderme;
aunque quise no pude abrazarte,
ni pude siquiera rozarte,
apenas pude imaginarme :
si eras un mago o un duende delincuente,
si querías transportarme o robarme,
o tal vez solo una traición de mi subconsciente.
Fuiste una visión pequeñita,
sentí tan cerca tu presencia sutil,
y al abrir los ojos ahora suspendido en el aire,
allí estabas, mirándome...
¿Qué te trajo después de tantos años?
¿Quién inventó el tiempo para que volvieras
en este minúsculo encuentro, soñando,
o soñado?
No pude decirte,
ni pude investigarte, menos preguntarte,
tampoco pude acariciarte;
aunque me esforcé no pude escucharte,
y cuando me pareció que tus labios algo decían,
mis ojos parpadearon
y en ese ínfimo segundo que creí atraparte;
una suave brisa recorrió todo mi cuerpo,
se llevó mi deseo,
y te esfumaste.