Sus dedos entre mis dedos,
Su mirada entre mis ojos,
Y el sutil quejido de sus labios,
Cuando dormida su cabeza,
Feliz reposaba en mi hombro.
La divina concepción de estrellas,
Cuantas veces fue testigo,
De ese paso arrullador que al caminar
Juntos de la mano por sus calles corrimos.
Y anoche, un día tan sólo,
Me he guardado su perfume,
Que sobre mi pecho quedó como un soplo,
La divina gracia de sus sollozos…
No tiene precio tanto vivir:
Si la azucena brota,
Cuyo arpegio sensual del arpa
De la música en sus arroyos,
Cuan más grande ha de ser este amor,
Que cada noche su cúpula,
Abre absorbente y divina sobre nosotros.
Qué precioso dulzor,
Mi boca de sus labios no ha bebido?
Que impronta marcará el céfiro,
Que anuncia primavera eterna,
En mis jardín florido?
Nada tengo por reprochar,
Mucho tengo por dar,
Es su corazón y el mío,
Dueño del extenso paraíso!...
Luis Augusto 2014