Aborto de la roca
en manos aciagas,
ávidas de apuñalar
el sosiego que se mese frágil
y perenne sobre el cálido vaivén del viento.
Dedos polutos que acarician
el vientre de una mujer que
duerme bajo el cielo estrellado.
Rugido fatuo que asesina
espadas, rompe plumas,
que apaga antorchas.
Artificio corrupto,
esfuerzo fallido de unidad.
Madre de una vorágine de flores,
estocadas y pinceladas entrelazadas
en un lienzo que vive y late en
un huevo perdido de salamandra.
Octavio Aldebarán Márquez.