Este hombre hablaba de un cielo rojo,
de las orillas al camino, de los senderos
a la paja del suelo, atormentado por
las lluvias cenizas de platino,
anonadado por el rojo vertiente,
que habría paso entre enredaderas
de la muerte del mismo, pues de donde
proviene la sangre, ¡era de aquel hombre!...
que observaba su nicho, despierto
tras recoger sus livianos sentidos...