Alfredo Daniel Lopez

NOVELA \"EL ADIOS\" PARTE I \"EL SOBRE BLANCO\"

Regreso a casa una tarde como otra cualquiera con la alegría reflejada en sus ojos, deseando estrechar y besar con pasión a su bién amada.

Aquella tarde era fría, más fría y solitaria de lo habitual,  parecía como si ándara por un páramo yermo, vacuo y triste, \"algo diferente tiene estar tarde -pensó-   me produce una extraña sensación\"; y no pudo evitar que un sudor frío recorriese su espalda de abajo arriba...mal augurio para mi querido amigo...

 

La cerradura de su casa gira y su corazón palpita emocionado.

Su vida es cierto, que no era \"un edén\"  pero ni mucho menos era \"un infierno\"; era una vida normal. Incluso para muchos de nosotros sus amigos, su vida era mejor que la aquel o la mía.

 

Nada hacia presagiar la desgracia que le acechaba traicionera, ruin y sin compasión detrás de aquella puerta. El destino le había jugado una mala partida.

Entro a casa y petrificado quedo, como si a \"Medusa\" hubiese mirado. No salió su amada a su encuentro como cada día, no hubo besos ni abrazos, tan solo un agudo silencio y un olor rancio que brotaba por doquier...¡la casa estaba vacía!.

 

Dio un par de pasos, para ver con asombro, miedo e intriga, un sobre blanco, tan blanco como el amor que él le tenía, que plácido reposaba sobre la pulida caoba del mueble del recibidor. Ese sobre era portador de muerte y destrucción para la mi querido amigo, pero ¿que culpa tiene una inerte hoja de papel?, del poder que le otorgamos como maquina de matar cuando en el escribimos, la pluma es a veces mucho más potente que la bala de un cañon.

Con las manos temblorosa cogío el sobre, cerro los ojos pidiéndole al Creador que no fuese lo que le vaticino en ese instante su enamorado corazón.

Sus peores temores, su más horrible pesadilla en ese momento se materializó.

 

-Amor te dejo, sabes...te sigo amando pero he de marchar. Esta vida me está ahogando y ya no aguanto más.

 

Adíos y se feliz.

 

 

Pasmado, atónito, embriago por el desconcierto y el dolor, mi amigo cogío la nota blanca, cuidadosamente la doblo, la puso otra ves en el sobre el cual volvío a reposar sobre la estantería del recibidor.

Cogió su chaqueta, el abrigo y la bufanda y en más absoluto silencio marcho del que fue durante 18 años su nido de amor. Cerro la puerta y antes de emprender su camino sabe Dios a donde y para que, se giró, miró detenidamente la casa para, con un rápido parpadeo de sus ojos decirle adiós.

 

No hubo llanto, no maldijo, no requinto a nadie...ni siquiera protesto. Cayó -creo yo- en un estado catatónico donde estaba vivo y muerto al mismo tiempo.

Su alargada y espigada figura cogió la acera del largo paseo donde vivía, y comenzó a caminar sin norte ni sur no tenia rumbo ni destino, solo la inercia del dolor le impulsaba a caminar.

 

Así al cabo de casi dos horas, el largo paseo llego a su fin y con el la zona urbana donde vivía. Cogió entonces un sendero de trocha en medio de los matorrales que ni él sabía hacía donde llevaba. Solo se que perdido en la lontananza de la noche que en su espesura lo acogió, y en la oscuridad su corazón cobijo.

 

Un beso y una flor.

Alfredo Daniel López