Quiso escribir muchas palabras,
pero aquella pluma no quería bailar...
el ritmo de la canción cursiva
se había esfumado,
los sonetos de verdad ardían
en un sueño de cielos acabados,
aquellos escombros de alegría...
daban un último grito a
encontrar la voz,
aquella en que el perfume
de los vientos, de las hojas y
los perplejos dedos,
daban su último auxilio
a la expresión de un enorme
y trágico deseo.