Vestido de mi mismo
No estoy desnudo, visto de mi mismo,
esta piel es mi cáscara y mi escudo,
un noble mascarón al que me anudo
cuando no quiero ver más del abismo.
Allí sonrío y calzo mi optimismo,
me vuelvo como el mar, ya voy, ya dudo,
ya salto hecho un rumor o me hago mudo,
ya dejo huir mi mano a mi ostracismo.
Y el fémur sigue andando en pleno sismo,
los labios en mi voz, mi ojo sin nudo
y la pupila inmersa en su egoísmo.
Así que desnudez no hay, pero acudo
al roce de tu piel, cuyo erotismo
despierta así mi amor y mi saludo.
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