Yo, que vencí a la soledad,
que encendí tantas hogueras con la espera,
y anulaba tu reflejo en los espejos
Yo, que encontré tantas excusas al destierro,
que busqué la navidad en pleno agosto
desangrándome en recuerdos hasta enero
Yo, que mandé una carta al cielo con tu nombre
y pedí audiencia a la luna sin fortuna
hoy revivo
yo, que hoy entierro la esperanza del reencuentro
me despido
hasta siempre
un amigo.
La despedida es una mano
que es un pañuelo
que es una mano
en el corazón de la distancia.
(J.A. Niño)