Inocente mira el presente,
aún su futuro no florece.
Es temprano en la mañana,
de una vida media larga.
Todo afuera luce hermoso
con árboles y flores,
pero al niño no le gusta
ni la gente ni los soles.
Las lunas son iguales y contarlas no le cuesta,
las montañas lucen gordas, lucen altas.
Los dedos no los cuenta con las manos,
una mano raya, y la otra escribe;
sobre un mapamundi marcado por presiones.
El niño no le gusta que lo mimen, se enoja,
y no quiere razones para dar aplausos.
Al niño le gusta que le adulen, aunque diga que no;
cuando hizo un cuadro, nadie se rió.
Le dices quieres esto, y dice sí, dame paz;
le dices qué quieres, y dice no sé, dame pan;
Al niño no le gustan los extraños,
y cuando extraña no lo dice, solo va a llorar;
Y no le gustan los autos salvajes, le gusta caminar.
Si lo miras verás,
Que sus ojos son eternos, dicen más que la hora exacta;
que su cabello luce negro como mil espacios interestelares;
que sus manos son el arte, como cien figuras preciosas;
y sus mañas son elegantes, como elefantes pintores.
El niño es melancólico como la música medieval;
y cuando está solo se pone triste, como Caballero Templario;
cuando esta acompañado se pone alegre, como can,
Y siempre dice no, aunque lleves pastel de arroz.
El niño está triste, su papá no llegó;
y quería un abrazo aunque diga que no;
siempre quiere abrazos, aunque huelan a misterio,
aunque marquen tanta distancia en kilómetros.
No le gusta el frío polar, ni menos el ártico,
no le gusta ni siquiera el calor ecuatorial.
El niño tiene sueño, y dormirá en un manantial,
y sin abrazos por esta noche, tendrá que descansar.