De ti no soportaba esa manera de ser de quien todo se calla y jamás hace preguntas, parecías feliz, eras un ángel o una diosa tal vez de las que nadie se atreve a tocar sobre la tierra y por ello te odiaba, parecías ese tipo de chica que bebía gin tónic y bailaba apretado si el disc jockey de turno ponía una balada, pero a mí, niña imbécil, a mí nunca me habrías levantado el teléfono ni te habrías quedado en una fiesta conmigo. Yo prefiero pensar en ti apoyada en el quicio de la puerta y mirando a lo lejos, mucho antes de ser esa muchacha de los pechos sin límite y las caderas de gozo, mucho antes incluso de que un beso encendido prendiera en tus mejillas, te aseguro que entonces no me hubiera importado cometer el error de revolcarme contigo aunque estuviera condenado por ello hasta el final de los mundos. Sigue siendo feliz, amiga mía, han pasado los años y te odio, te odio, pero digo que no había en la tierra otra sonrisa más linda que la tuya.