Supongo que ya no podrá ser
de otra manera:
Me puede el haber estado
cara a cara con la afable muerte,
el haber conseguida
nada de nada -por fortuna-,
y saber que “nada” también es “algo”.
Cuando la defunción y el R.I.P.
succionen mis vértebras
digan que fue Cielo lo que viví,
lo que me llevó al nicho interfecto;
no quiero lloros ni palabras bellas,
no deseo estar mirando el “más allá”
con seres ridículos circundando mi ataúd.
Solamente digan “Cielo” y allí estaré:
Los pocos que me hayan querido
ya sabrán a lo que me refiero…
Cielo; los otros, la mayoría de cuervos,
a secas que escupan al suelo
y sepan que yo –siempre-
escupí primero.