A ti semidiós terreno
que desde tu atalaya,
observas sin ver
como sufren las almas
Ateridas de frío,
de hambre inanimadas,
oyendo las mentiras
que de tu boca emanan.
Revolcando en el cieno
la cosa tan sagrada,
que para el hombre es
el don de la palabra.
Si valorar supieras
lo que es la palabra,
callarías muchas veces
antes de pronunciarlas.
La basura que el hombre,
a la tierra derrama,
envuelve de veneno
el entorno en que anda.
!Cuanto habría que limpiar¡
si a pensar te pararas,
que la mentira es,
el excremento de la palabra.