Hoy, el cuervo que enviaste en mi búsqueda, amaneció furioso; desde la rama seca del viejo árbol me observa indignado. Sé que su misión es vigilarme y apurar mi viaje hacia ti, mi dulce niña, pero las condiciones no son óptimas para facilitar mi partida. Cuando analizo mi situación, es cada vez mas crítica. El silencio de la noche trae tu recuerdo, que dura hasta el amanecer cuando se disipa junto al efecto del dulce sedante. Cuando esto sucede, desearía quitarme la vida, y no lo hago porque sé que del otro lado del mundo alguien sonríe y me recuerda; sí, como olvidar tu inmarcesible rostro. Tocan a mi puerta, en el denso silencio, el ruido es aterrador, mis nervios alterados no lo soportan, abro la puerta y es la maléfica ave que furiosa despide fuego de sus ojos infernales, se abalanza sobre mi, y furiosa arranca el alma de mi famélico cuerpo, y en sus terribles garras me arrastra a tu lado. En el otro lado del mundo, alguien me recuerda y sonríe, al saber que está pronto mi retorno a casa.
José Antonio Hernández R.