Vivo de noche. Ya sabés que la opacidad me inspira y me hace feliz hasta el alba. Elijo la independencia total que brinda lo oscuro. Y disfruto la soledad cuando entra por mi ventana la sombra matizada con el leve fulgor de la luna.
Vivo de noche porque el ritmo nocturno me contiene, porque el silencio me permite sumergirme en música elegida y al mirar la opalina de mi escritorio recuerdo instantes frondosos, aunque curiosamente sean hechos y situaciones en escenarios lóbregos, intercalados con plenitud.
Confieso que vivo de noche porque puedo jugar a que ÉL duerme. Puedo imaginar que me sueña e inconsciente a su lado me espera. Vivo de noche porque su partida me desgarra. La cama es amplia y la oscuridad la duplica. Vivo de noche porque niego su ausencia…
El alba es el peor instante. Momento intermedio cercano al crepúsculo. Debo apurarme y guardar mis escritos, bajar persianas, cerrar hendijas. Ya recostada me sumerjo en versos ajenos…
Los versos de otros me corren enrojecidas de mis obsesiones. Me liberan del dolor y grafican una subjetividad que no es la mía. Y con la luz del día no podría hundirme en mi historia, revivir tiempos pretéritos porque el quebranto me cegaría antes que la lumbre del sol dañara mis pupilas.