Murialdo Chicaiza

NOCHE

 

Noche, venga a nosotros tu reino

que tu vaho negro repose en nuestro seno

que no extrañemos la blanca luz

que nos enceguece con su manto de azucenas.

 

Seamos hijos de tu vientre oscuro

abandonados en la ribera del abandono

donde yacen nuestros dolidos hermanos

lejos de la piel ermitaña del día

de los pájaros de luz y los hijos del sol.

 

Noche, hiéreme con tu garra de negra loba

con tu mirada cíclope de luna abandonada

con tu moreno rostro de lapislázuli

enséñame los ciegos laberintos azules

los desolados caminos de los muertos

tu aroma de tierra excavada y fantasmas.

 

Porque el día nos ha herido

y aquellos hijos del día nos traen guerras

son animales extraños y sedientos

su piel blanca es vergüenza y escarnio

debemos huir de su blancura,

de las escenas frías, de su falsa belleza

de su pureza fraguada y su roído armiño.

 

Noche, hazme tu hijo, quítame la luz

que bebí por tantos años, esa triste luz

que creí que me guiaba hacia las alturas

mientras odiaba a los oscuros hijos del barro,

quiero probar tu piel de olvidadas maravillas

bañada, apenas, por rosas negras y misterio

quiero quemar, de una vez por todas,

las blancas concepciones de los tiranos

las islas blancas en que he habitado

para entrar en tu totalidad color universo

llenarme de presagios y certezas

en tu tumba de sombras y dolidos cuervos

hasta llegar a concebir la oscura palabra

que destruya la luz que ya nada aclara.