Están los libros sagrados llenos de escritos del alma, de unas historias soñadas trás los párpados caídos; entre mil hojas tintadas de papel envejecido nacido con piel curtida con el amor y el olvido. Preguntándome la noche que de su mano me viaja entre túnicas que me hablan, ella me dice, callada: ¿Mienten los libros sagrados, esos libros del pasado? Para evitar contestar, me cubro de las sombras enveladas, de unos cánticos con malvas, de la paz de las tinieblas, como un rito hacia el mañana. Sigue la noche clamando, que se caigan de mis manos los candados oxidados y los cánticos en lágrimas. Bajo su cubierta en piel oculta mentes con filigranas, y esconde, el sueño que continua por el inmortal convento que aprisiona el sentimiento; me obliga al verso romántico, de antigua literatura en busca, y por la paz soñada, de una palabra nueva, buena. Cuando quiere abrirse el libro lleno de escritos del alma, como mariposas salen, hacia mis ojos cerrados, y los abre, como gruta en la montaña por la que penetra el aire en sus entrañas, mas que las bellas palabras. Y la noche que me guía, pregunta de nuevo, callada: ¿Mienten los libros sagrados, esos libros del pasado? Para contestar, destapo aquel farol apagado, apoyo la pluma y la mano sobre una página en blanco; lanzo la túnica al barro, entono el mas bello canto, y me llamo, y lo llamo, para escribir como amo, como se pasó el pasado.
Eloisa