Haces de las estrellas pocas y oscuras,
logras del volar de un avión un simple salto,
y que el cantar del ave
sólo entorpezca tu canto.
(Tal vez se halle ahora
el amor hospedado)
Ven y dime, ¿conoces ya el dicho?
\"Si el hombre es flaco, la ambición es fuerte\".
Aplacas mi odio a la vida;
afinas mi miedo a la muerte.
(Tal vez se halle ahora
un cariño encontrado)
A fugitivas sombras daba abrazos,
a fantasmas les echaba lazos
y a mis ojos les pedía
pegar con lluvia sus pedazos.
(Tal vez se halle ahora
algo añorado)
¿Y qué más da si me equivoco?, estás a mi lado.
Haces que lo anterior me sepa a poco
y que lo que he roto se me olvide.
Por ti parece incluso bonita
la mierda que uno escribe.
(Tal vez se halle ahora
más ufano el tiempo)
Nunca respiré tan fuerte un momento,
ni tan adentro,
ni tan decidido
a devolverlo al viento.
(Tal vez se halle ahora
de mi compañía no un estorbo)
Del cianuro de la vida,
sorbo a sorbo,
contigo voy tomando,
y a expensas voy cantando
lo alegre de la mía.
Y es que no sé de qué cuidado soy dueño ahora,
si por un suspiro estoy soñado
y lo que se me hubo de dar
ya me fue dado.
No sé por qué mi corazón llora
y empieza a mirar para otro lado
al pensar que el tiempo a tu lado
se puede ir como una ola.
No sé por qué mi corazón llora
estando tan alegrado.
(... Tal vez, al fin, ahora,
sienta tu amor hospedado)
Y si es un sueño lo que estoy soñando,
despertadme cuando acabe,
pues sé que al otro lado
tal vez sepa a poco mi cuidado
y ella esté intentando levantarme.
Y es que poco yo podría darle:
una sonrisa en las mañanas
o en las noches tempranas
unas caricias sanas;
poco más que mis canas
y el miedo a que se quede sin ganas
o el contar de la corola los pétalos
los primeros días,
y en los segundos, cantárselos,
porfiadamente, sin métrica alguna,
día a día, como secándose mi angustiosa laguna,
pero poco más
que cualquiera con menos bridas,
que cualquiera con más salidas
y menos escribir de ilusiones vanas
en horas tan tardíamente tempranas;
poco más... que canciones
escritas a trompicones
y devaríos
que tornaron mis ojos ríos,
y los suyos, pasiones.
Y no...
debería ser no,
pues oírme esto le tensa el alma
y le empequeñece la sonrisa
(y sin su sonrisa esto no tiene sentido).
Y no hay prisa,
del tiempo llevo mi abrigo,
y aunque a todas las flores
les haya quitado su aroma la brisa,
seguirá sin haber prisa.
Ya lo dije:
lo importante es su sonrisa.
(Poco más.
Yo ya sonrío)