De repente y sin darnos cuenta,
nos dejamos arrastrar por un torbellino de pasiones voluptuosas,
nos convertimos en una amalgama de carnes ardientes,
resbalando en nuestros fluidos corporales,
al unísono de un jadear incesante y desbocado.
*
Temblores casi cataclismicos,
acompañados de extrasístoles de un corazón furibundo,
fruto de un amor furtivo,
en la intimidad de una noche donde almohadas y cubrelechos,
fueron cómplices de un drama de pasiones,
donde no hubo vencedores ni vencidos,
para luego caer en un sopor,
donde el silencio
y la torpeza de los movimientos
reinaron en el letargo
de un fríbolo amanecer.