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Música de los niños hambrientos,
Melodía de los contratos de pan,
Armonía de los días secos
Y orquesta de la vida de los infantes.
Pobre horas en las tardes de invierno,
Los niños no ríen, no juegan, no cantan,
No bailan por su quehacer educativo.
Prisioneros del saber,
Esclavos de las ideas absurdas
De los que enseñan mentiras y tonterías.
Sabias loras, sabias máquinas
Repetidoras de lecciones;
Grito callado de las risas muertas
Y agonía del verdadero saber.
Les gusta cantar, bailar;
Pero oprimidos por las tormentosas horas de las rutinas,
De los años longevos
De la infancia retraída en el estudio
De las vanidades del saber.