No deja de sorprenderme
la arbustiva y humilde enredadera
que en otoño y en primavera
se muestra en la ribera.
Siempre armoniosa y bella
va dibujando sobre la tierra
una tupida alfombra singular
que nos invita a contemplar.
Con su verde traje de cola
reviste cuanto se le antoja
con un entrelazado natural
por la vereda del Parque Fluvial.
A ella no se le resiste nada,
sube a los árboles en la hondonada
y de ellos se cuelga en la bajada
formando un arco de verde esmeralda.
Con sus hojas por las orillas
y sus azuladas campanillas,
expande su natural caricia
dibujando en los labios sonrisas.
Yo la comparo en su camino
a los avatares del destino,
pues con fuerza y tenacidad
se puede lograr la felicidad.
Enredadera divina, eres de Buñol
una de sus muchas maravillas
que sólo necesita tierra y frescor
para lucir bajo los rayos del sol.
Y mientras tú estés ahí
yo seguiré estando aquí
escribiéndote con ilusión
versos nacidos del corazón.
Fina