La perfección no existe. Lo comprendo.
Si cuando yo nací ya el molde se rompió,
cuando otros por un camino van, yo vengo
¿qué culpa tengo yo?
Si presiento que me ignora la ilusión,
al placer de la escritura yo me avengo
y es mi amada que me da satisfacción
¿y yo, qué culpa tengo?
Si presumo de tener lo que no tengo,
me enorgullezco de ser un fanfarrón
y amigo sólo soy de mis devengos
¿qué culpa tengo yo?
Si reconozco que el fútbol me apasiona
y, si puedo, con el fútbol me entretengo,
y del Madrid soy y no del Barcelona
¿y yo, qué culpa tengo?
Si a trabajar a los jóvenes yo arengo
mientras plácido disfruto a pleno sol
pues de agachar los riñones yo me abstengo
¿qué culpa tengo yo?
Si es que el vino a mi me gusta en el porrón
y que el blanco no es buen vino, lo sostengo,
pues no lo veo si cojo un colocón
¿y yo, qué culpa tengo?
Si no desprecio a el tocino o la panceta
aunque levito ante un plato de jamón
pues del cerdo yo disfruto sus recetas
¿qué culpa tengo yo?
Si de la vida yo gozo cual poseso
y ante lo bello derrito y me detengo,
de los vicios capitales soy obseso
¿y yo, qué culpa tengo?
Si a unos besos yo me excedo y no contengo
mostrando que ya he perdido la razón
y olvido en la sinrazón de quien provengo
¿que culpa tengo yo?
¿y yo, qué culpa tengo?