Regresa a ese mar que te contuvo
como capítulo mínimo de una noche.
Invocaremos las más sagradas piedras,
aquellas que se deshacen sobre los sueños que tuvimos.
Regresa, regresa.
Aunque yo sepa que lo que ha cursado su destino
no vuelve,
regresa.
Dame un sueño,
una luz para poder mirarte,
desde los atardeceres.
Estoy loco de ausencia,
desmedidamente turbia mi boca
por no saber que detrás de los relámpagos
abarca el grito de una voz maravillosa,
que es tu color que se disuelve y agrega todo el tiempo en que estuvimos juntos.
Regresa.
Aunque tengas que incendiar la inocencia,
esa voz que ignoramos desde siempre, regresa.
Te espero con la música que oíste:
un caracol quemándose en la cintura de un mar
vertiginoso y antiguo.
G.C.
Direc. Nac. del Derecho de autor