Un apuesto joven, un día,
desconcertado por amores contrariados,
decidió buscar sabiduría
consultando a un maestro afamado...
El anciano aceptó el reto y le dijo:
-“Porqué, joven, guapo y bueno,
fuiste dejado de lado, no te alteres...
¡así son las cosas, hijo...!
en cuestión de decisiones amorosas,
una piedra sobre oro mucho puede,
¡más que cien poemas y mil rosas...!
La mujer llora y elabora fantasías,
románticas escenas, su corazón abriga,
desea ser amada con pasión
e inspirar versos y rimas...
pero a la hora final:
(muchas) ¡se venden o alquilan!
No mires mujer hermosa ni fina
ni a la que debes viajar para alcanzar,
toma para ti esa fea y hacendosa
que vive a la vuelta de la esquina
y conoces desde niña...
Ella sueña contigo y cuidará de ti
¡no tú de ella! Tú serás la torre
y deberá alcanzarte...
y a la luz de la estrella de su amor
no te será difícil de su amor enamorarte...
Todas las mujeres son iguales
con la luz apagada...
y en la parte más larga de la vida
¡aún las más hermosas quedan arrugadas!
El dolor enseña y edifica,
la soledad da sabiduría,
la mujer menos procurada
sabe hacer feliz al hombre que ama
(le será fiel... todos los días).
La que en lo físico, solamente es agraciada,
en vanidad, pronto quedará sumergida,
y cuando tu deseo en ella sea consumado
te sabrá insípida...
El plato de porcelana más caro
no sirve de alimento sin comida.
Ve... y no busques... serás hallado.”