quebonitaeslamar

De los bandidos y truanes



Tierra amarilla y flaca, tierra que ya no llora,
tierra donde descansa, la sangre de mi patria.

En su mirada  mortecina, lágrimas,
por esta España, que languidece en la pobreza.
Ahora que sueñas entre cartones, es
tu cama el suelo y tu techo, las luces del cielo.

Correteabas ingenua en el jardín,
saltabas, brincabas, reías… pura, niña virgen.
Pero los dientes del lobo acechaban,
con promesas de paraíso, con bolsillos llenos.

Fueron los aristócratas, vinieron
en su majestuosa paloma, perlina y joven,
dirigida por pequeña persona,
que se oculta de hombre bueno, tras su bigote.

Convocaron al mismísimo diablo
al gran banquete; compareció como arquitecto,
con regla métrica y calculada,
para repartirse las secas tierras de España.

Después vinieron los pecadores,
con aire informal y en la mano una rosa roja,
buenos fueron sus deseos, su esperanza,
de cambiar este creso mundo, ¡que vaga enfermo!

Mas el dinero pronto los cambió,
dobló su fe inquebrantable; el diablo los marcó.
Todos adquirieron zapatos rojos,
para bailar, entre los ladrillos y el cemento.

Así se iba muriendo, así mi España,
su tenue luz en la tibia tarde se apagaba,
hundida por el peso de las sombras,
de colosos edificios, que la tierra tapan.

Codicioso hombre-mono,
vergüenza de la creación,
eres una mala plaga
no mereces el perdón.

Nos condenó tu avaricia,
esquilmamos nuestra tierra,
arrasamos toda vida,
hasta el mar se desangró.

Ahora duermes al raso,
con vieja manta te tapas
del serrano frío, velas
una foto de otro tiempo.

La guardas en un bolsillo,
de tu limosnero pecho,
y escuchas la melodía
que llora tu corazón.

¡Lágrimas, por este mundo amargo!, resbalaron
en la vieja foto, con sueños de otro tiempo.