Qué linda es tu sonrisa en un día soleado y me das el calor que necesito. También me gustas en la lluvia y que me empapes del tórax al cuello.
En el día me persigues y me doy cuenta de que en realidad no me odias; simplemente no me quieres.
En las noches lúgubres, cuando la melancolía recorre mi espíritu, me abrazas con tu cándida compañía. Cosa que te agradezco.
A veces me sonríes como si estuvieras feliz y ¡bum!, me pateas en la ingle. Otras veces ni me miras, pero llegas en una arremetida y ¡pam!, me besas en la boca. Y soy feliz de nuevo.
Me intimidas con tus joyas, brillantes y coquetas. Por eso las quiero; por eso las extraño; por eso las agradezco.
Gracias, vida, por patearme en las bolas y besarme en la boca.