Tener nuestros desnudos cuerpos,
unidos, pegados, como
si fuesen sopapas de cloacas…
Deseos corporales,
solamente deseos.
El corazón no cuenta.
Nuestras almas nada sienten.
Solamente nuestros cuerpos.
Nos extasiamos contemplándonos.
Nos unimos corporalmente,
hacemos nuestras descargas.
Las del placer, las de las excitaciones.
Lo demás, nada vale.
Solo desearnos, y poseernos.
Sin palabras de amor,
sí lujuriantes e irreproducibles.
Pero nos gusta,
y nos las decimos,
hasta acabar con
nuestro acto sexual.
Parecemos desaforadas bestias,
hasta lograr nuestro clímax…
¿Pero y el amor?
No cuenta para nosotros.
Ni siquiera tenemos en cuenta
la infidelidad que cometemos.
No tienes nada de vergüenza
en pensar qué le haces
a tu esposo.
Desvergonzados ambos.
Tampoco yo pienso
en la infidelidad
que cometo a mi esposa.
Nos entregamos
a este mundo
del deseo y del placer,
y no acabamos
de comprender
esta infidelidad mutuas,
ante los seres que nos aman.
Solo acabamos nuestros
órganos sexuales,
hasta el próximo encuentro…
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 03/12/2014)