Se dibujó desnuda ante mis ojos
y, tomé el cáliz santo de tus senos
ancas de media luna en mil manojos,
y, tus encajes de días morenos.
Se juntó la mirada, cual gran ola
en la sílaba del talle delgada,
la flor agonizante en tu corola
se partió de salvaje en su emboscada.
El celeste suspiro de tu lomo
vagó sediento, mientras el asomo
púrpura de tus labios, ¡gritan mudos!;
«¡amala!», se oyó desde la alborada,
y, curvamos el tiempo entre almohadas
tu sol nereido nos miró desnudos.
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John Morales Arriola.