Sexo no es amor,
pero es la más rica sensación
que el cuerpo disfruta
cuando te metes o me lo empujo
antes de estar totalmente desnudos.
Mi cuerpo sin lubricar,
pero el tuyo ya completamente duro,
penetra con dificultad, dolor y sin disimulo,
en un acto, casi, masoquista
que a ambos nos excita.
El ritmo y fuerza disminuyen
al sentirme completa,
con tu cuerpo hasta donde entra.
Luego buscamos donde acostarnos
para poder ir danzando
al ritmo que marque mi deseo lujurioso,
que a ti, te parece sabroso.
Sobre tu cuerpo disfruto
la aventura de darme
como a ti y a mí nos gusta.
Cual amazona sobre su bestia
cuando te alteras y te alebrestas
me bajo para cambiar
y ahora me des como a tu hembra.
Mientras disfrutas el golpe
de mis nalgas contra tu vientre,
te hago creer que me sometes,
con tus manos en mis caderas te esmeras,
porque te gusta sentir donde me llega.
Así me das… nuevamente y muy duro
mientras tú crees que me haces daño
la verdad es que lo disfruto.
Entre quejidos y alaridos
vas sobre excitando mi cuerpo,
que se entrega en un acto
que no es amor, pero sí el preámbulo
al más sublime instante, que nos dará el orgasmo.
Culminada la entrega de nuestro sexo
llega el mejor momento,
mezcla de humano y sagrado.
Cuando el deseo y placer se rinden,
florecen nuevos sentimientos
consideración y agradecimiento
por lo recibido y otorgado.
En este acto donde el sexo
fue el instrumento
que nos dejo agotados.
De tanto repetir el acto
nacerá el amor aunque suene raro,
mientras tú lo disfrutas, yo me alimento,
lo que para ti es placer
para mi es sustento
que alimenta mi alma, mente y cuerpo.
Porque eres tú mi caballero
quien pierde energía en cada encuentro
quien se agota y queda vacío,
mientras yo energizada y llena de bríos.