El cuadro pintado por propio pincel
Las nieblas curiosas de otoño
envuelven los torreones del castillo
nuestro refugio de rumores crueles
entrelazándose por los chismosos viñedos
Tu faz, una vez un espejo de sinceridad,
lleva la máscara de mirada de soslaya,
tus reproches mudos enfrían mi corazón
y resuenan en voz alta por mis heridos sentidos
Mis brazos, con miedo de ser regañados,
no preguntan nada
el deseo de abrazarte
permanece un deseo
Un adiós de palabras despreciativas
queda desnudo y privado de hablar,
se estremece en labios teblorosos
antes de ahogarse en lágrimas amagas de rencor