Este deseo tremendo de abrazarte.
Pues en los avatares de la historia
y la trascendencia de la sobriedad
hecha polvo bajo los escombros
de mi altar juvenil,
Te he encontrado hermosa y exacta
prolija
como la pantalla cristalina de los
ojos de un gato.
Te he encontrado entre los poemas
del fuego depravado y entre los
poemas que se deshojan sin morir
de frío.
Le he escrito a las aves, a las flores,
a un cuadro que al óleo me da verguénza,
a una guitarra, que muda, no pudo
cantarme tu canción
desde antes de encontrarte.
Le he escrito a un par de piedras que
rodaron cuesta abajo de camino a su infierno
y, sin embargo, a ti te escribo este aparte
para tus partes en reposo
en los momentos necesarios.
Este deseo tremendo de abrazarte.
De estrellar mis dudas contra el suelo
y ver cómo se fragmenta la ventana
de nuestras opciones,
que a día de hoy, como tantos días,
me cuesta saberme sin ti,
y me sorprendo enamorado
y adherido al tono de cuerda de tu voz
cuando me dices que me quieres
mientras aprendemos a querernos.
Este deseo de abrazarte,
de innovar las respuestas y las preguntas,
de quitarte la ropa, de morderte con los ojos,
de besarte con el alma.
Este deseo de abrazarte
cuando no puedo
de poder mientras se quiere
y de quererte sin haber querido,
tanto, como quisiera abrazarte hoy.
Blas Roa