Carlos Fernando

Tiempo de recapitular la existencia

I

Que si es el tiempo de recapitular la existencia

y de pedir perdón a quien adeude algún insulto,

alguna herida, alguna decepción o afrenta alguna

Que desde que el hombre se levanta de la cuna

y comienza a caminar, ofende, a veces sin conciencia.

Y cuando aprende con renuencia a ofender

o al contra ataque, como un esgrimista se enfrasca

en la contienda, lanza estocadas, o para las que

recibe con la espada para no morir en un lance

desdichado, con el pecho atravesado por el florete.

II

Tiempo es de recapitular la existencia y de pedir

perdón a quien se ofendió en otro campo de batalla,

en el duelo que suelen debatir los contrayentes

Inmaduros, sedientos de placer mas sin cordura,

que la paz en tales circunstancias dura, lo que dura

el placer: solo un instante. Que si tuve la culpa,

que si fue tuya, qué importa ya a ninguno la victoria

o la derrota, al fin de cuentas en esta historia,

nadie venció pues todo se perdió por la soberbia

del orgullo, y la sed de venganza mutua, que

en un incendio más voraz que aquel que desata

la sequía en el páramo yerto en el estío, tu furia

y mi torpeza se fundieron en una cruenta lucha

que devastó lo que pudo ser un huerto.

III

Tiempo de recordar aquellas notas de canciones

que se adhirieron a mis oídos mientras los párpados

cansados se rehusaban a cerrarse en el insomnio,

en la penumbra de mi dormitorio de adolescente.

Canciones de Aznavour, con las que enviaba a la

distancia mi corazón herido por la imaginación

ferviente , pues la adorada ni enterada estaba

de la pasión que despertó inocente, por el verdor

de sus pupilas solo, y su voz, que como fuente

cantarina, traía al iluso soñador evocaciones

de un idílico romance inexistente.

IV

Tiempo es de recordar, antes que el tiempo

del olvido llegue, cuando ya el cerebro no atine

a los engramas que le permitan recordar mañana

lo que ayer era vívida imagen del ayer montado

en un perfume, en un detalle, en un halo de luz,

en una fecha. Y aun sin que medie razón

para la endecha, la nostalgia apura la copa de

amargura que deja al corazón no encontrar aquel

rincón donde solía quedarse en la contemplación

de las horas de la tarde imaginando recorrer

las calles que solía caminar ya fuera en soledad

o en compañía. Aquellas donde sin saber el alma

desprendía en fragmentos invisibles que se adosaron

a cada paso del camino, a cada puerta, y rincón

que sirviera de estación y de pretexto para otorgar

apasionado un beso, o una palabra de amor,

o algún detalle, que después que se marchara

la prenda amada, en la negrura de la noche eterna

de la ausencia, se transformó en efímera figura

que más volátil que el vapor se esfuma por más

que trate de retenerla la memoria.

V

Tiempo de hacer cuentas con la vida, de saber

qué tanto le debo o me debía cuánto cobró con

intereses las horas de ocio, la pereza, la inconstancia

en el deber. Cuando el cansancio, reclama del cuerpo

el sueño que le adeuda. Lo que dejé escapar por

indolente, o lo que en la suerte no me tocó alcanzar

por más que quise. Lo que perdí cuando en otro

tiempo tuve; lo que gané aunque poco me esforcé

por conseguirlo, la salud, el amor de los hijos,

la paciencia, la fama y el dinero que se fuga

de la alforja que jamás se llena por que es más

lo que se ambiciona, de lo que se aprecia lo mucho

o lo poco que se tiene. Será por eso que el prado

del vecino siempre es más verde, aunque derroche

verde el prado de mi estancia.

VI

Tiempo de hacer cuentas con la vida porque

aunque no quiera o no pretenda querer, le adeudo.

Comenzando por el aire que respiro y el sol que

me calienta, siguiendo por el tiempo que transcurre

mientras escribo. Que son millares los que expiran

mientras tanto. Y yo, aquí sigo. Sigo para dejar

a las postrimerías un texto de reflexión,

o de enseñanza, un canto de amor o de esperanza.

El vuelo de mi alma cual bandera ondeando al viento,

fiel al amor, y a cada instante que lata el corazón

y fluya la sangre, entretanto la razón procese al menos

una idea congruente desglosada en palabras que

del corazón emanen. Al menos un instante que

detenga el transcurrir del tiempo que me lleva

en su fluir constante, hacia la muerte, frontera

de la eternidad que nos espera.

Carlos Fernando