Tus labios son la puerta de una lumbre
que llegan a mis besos; devoción
límpida, evoca un mirar en la cumbre
¡Oh fragancia profunda y bendición.
¡Oh! tu alma, es la extensión del horizonte
y, tus ojos el brillo de la aurora,
tus cabellos son el hilar del monte
y, se trenzan en mi alma que te implora.
Amor; tus manos son dos estaciones
y, tus pies dos centurias de mis pasos,
tu sangre; es el cáliz de las legiones;
y, tu cuerpo es el templo de un ¡amén!,
ofrenda viva que sube entre abrazos
por los muros, allá en Jerusalén.
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John Morales Arriola