El objetivo, madre, el objetivo
Si el objetivo es seguir solo,
si el objetivo es seguir solo, madre mía,
yo sigo solo, que tú sigues siempre mía,
aunque a veces con tanta compañía,
aunque a veces tan solo, que diría
que bien valdría
que alguno se quedara más de un día,
ay, madre mía,
qué le vamos a hacer a la utopía,
esa que ardía
cuando tú me mostrabas un gladiolo
y conmigo soñabas que crecía,
ay, poesía,
quién no querría,
pero raudo se fue el carro de Apolo
y tú, madre, dejaste, de polo a polo,
abierto en soledad el sol que había,
no te quejaste,
pero si te pregunto, te tendría,
te habrías quedado,
me habrías siempre dado tu alegría,
siempre a mi lado,
como sé que has seguido cada día,
madre mía,
pero volviendo a mi olor a soltería,
a lo disperso de mi estado,
a nuestra hombría
repartida por camas sin pecado
y por pecados sin camas ni agonía,
de un beso o menos que eso,
de un otra vez, de un más de un solo día,
y luego a mi regreso
y luego a mi grafía,
a las letras en que rezo, madre mía,
porque perder el seso más valdría
a darme por exceso a quien no había,
a quien no se reporta cuando parto,
a quien no aparto de mi sombra
cuando ya ni me nombra, cuando
ya es sólo sombra que vacía
mis pelos de su alfombra,
y el resto que le escombra en su alcancía
de piel tan fría, de contrabando
entre un le vamos dando y quién diría,
que ni moneda cabe que devuelva
la cuenta de tus sueños y la mía,
quién sabría
lo que jamás, jamás sucedería,
déjame que tanta pena envuelva
en un solo lagrimón que me vacía,
pero, volviendo a mi sola minoría,
te soy honesto
que alguno me ha propuesto
que en un auto una buena ya me haría
o en un cine, a lo incauto,
“¿esta ocupado allí?”, que me diría,
y yo mirando el film nada sabría
de su mano en mi bulto, que desvía
mi atención de la acción y yo me ausculto
pasando de la cinta al sobresalto,
y no es que falto
a la fe en el amor y en la osadía,
no es que asalto
cual truhán la ocasión sin más valía,
sin pecho ni pulmón ni cofradía
más que con sexo atroz en pleno asfalto
o en un blando edredón de la alcaldía,
que no es libre ninguno de nosotros
de perderse entre los potros de un mal día,
de acusar hasta a una madre, madre mía,
del tiempo que perdimos con los otros,
así que si es conmigo
que tú quieres quedarte y con mi abrigo,
si quieres tú reírte si no sigo,
si quieres abrazarme en mi castigo,
te digo que no sé lo que decía,
te digo que no vi ni lo que había
cuando contigo fui feliz y amigo,
madre, estoy solo y soy testigo
de tanta soledad que no veía,
de tanta perdición que me perdía,
de tanta noche sola en cada día,
que a ratos
ya libre de zapatos y camisa,
ya libre de cumplidos y de risa,
ya ingratos
los besos que no vuelven a mi prisa,
los ojos que mi vista no divisa
y que de que me desvista no hacen tratos,
a ratos, madre, nada pediría,
que si es quedarme solo mi valía,
a solas me he quedado sin recatos,
a solas me he mordido de alegatos
y a solas es contigo que dormía,
si el objetivo es ese, madre mía,
déjame ya partir de mis retratos,
de los nuestros con lluvia o con poesía,
con esos años viejos que tenía
cuando de estos contratos,
de sus letras, de sus arrebatos,
de objetivos tan ingratos, madre, no sabía,
yo no supe, yo no supe, madre mía,
yo no quiero saber, por eso duermo,
por eso como enfermo
ya cierro mi cuaderno
y alto y tierno beso y cierno
mis sueños en tus sueños, tan pequeños
que sólo nosotros dos somos los dueños
de esta orgía,
de esta lágrima perlada en utopía,
de este abrazo en que me caso,
como siempre contigo y con tu abrazo,
bendita, maternal, marchita
y siempre florecida madre, madre mía.
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06 12 14