En la terrible angustia de la celda fría,
en la enfermedad o la agonía...
en la desesperación, cuando no hay salida.
Cuando la amistad termina,
porque no era verdad...
tal vez, hasta falla la familia...
cuando la única solución posible
es lo imposible... allí está Dios...
Suelo pensar a veces, que Él espera
pacientemente nuestra decisión,
que comprobemos la inseguridad de todo,
que sólo Él es el puerto a nuestra nave,
y que tiene la última palabra en cualquier asunto,
que no hay puerta de la que no tenga llave,
y que cuando él abre ¡nadie cierra!,
¡que es el dueño de los cielos y la tierra!
¿Por qué tardamos tanto en procurarlo?,
¿por qué perdemos un tiempo tan corto y necesario?
buscando soluciones humanas... salidas... atajos...
¡cuándo Él tiene el regalo preparado en sus manos!
¡Qué tontos que somos!... si tan sólo oráramos...
con pedirle creyendo... confiando en su bondad,
en su amor y en su misericordia.
“¡Hombres de poca fe! (nos dice todavía),
¿no son mis hijos acaso...?”