Ante tantas maldades
que el ser humano sufre
nos creemos el cuento
de la justicia divina
de que todo vuelve
que lo malo se devuelve
y cualquier libre misticismo,
constituyente esa impresión
que pertenece al monumento
de la tranquilidad mental,
es para sopesar la sensacion,
para evitar dolor en el pecho,
así como se agradece a
Dios todo lo bueno que nos pasa
por todo lo que nos hace sentir impetuosos
y se le achaca al demonio
la culpa de todos los males
el que todo lugar por donde
camino se torna laberinto,
de esa manera pensar
que aquel rufián tendrá su merecido
golpe y herida por la vida
como consecuencia de su obra
como resultado de
su encandilado vicio,
donde el hilo enrolla y esconde
pero nadie se lo corta.