Creo en la humanidad.
Creo en la capacidad de cambiar, de mejorar del ser humano.
Creo en el poder purificador y liberador del perdón.
Creo en el amor al prójimo, sea éste de la cultura, raza o credo que sea.
Creo en la capacidad de solidaridad.
Creo que todo lo que das, sin esperar nada, te será restituido con creces.
Creo en la espontaneidad del corazón noble.
Creo en la capacidad de trascenderse de cada individuo.
Creo en la compasión y la misericordia que se puede tener con el otro.
Creo que cada sufrimiento, dolor y prueba te hace más fuerte y sensible a la vez.
Creo en un Dios cercano que quiere lo mejor para ti y te exige dar el máximo de tus potencialidades. Que te da la gracia de convertirte y ser realmente un ser humano pleno en relación con el otro.
Creo en la capacidad que tenemos todos de convertir nuestro entorno, comenzando por cambiar nosotros mismos, antes de exigir el cambio ajeno.
Creo en el amor y que éste puede llegar a ser eterno.
Creo en la sonrisa de un niño; en la sensibilidad y cuidado de una madre.
Creo en la atención, la protección y donación de un padre.
Creo en la capacidad de amar y de entregarse plenamente de un amigo.
Creo, aunque si muchas cosas a mi alrededor, me quieren arrancar ese creer, esa esperanza, esa ilusión que guardo por la humanidad.
Mi creer se ha purificado, a través del dolor, de la traición, del desprecio hacia mi persona, de la maldad a causa de la envidia, de la traición.
Creo y creeré, para siempre.