Debido al error común que se viene cometiendo conmigo muy frecuentemente, quiero aclarar que los poemas que publico en “Poemas del Alma” son en mayor porcentaje extraídos de mis 20 libros editados ya hace algunos años (el último en 2010). Justamente de este último es que me gustaría que entendiesen los que me leen, qué, como dijera Críspulo (El Hombre de la Rosa), se trata de un compendio literario, un muestrario de personas o hechos o análisis y más, que en ninguna manera se deben tomar como si fuesen mis experiencias o mi forma de pensar o mi doctrina ni hago mías las palabras de los personajes, sería como culpar a Miguel de Cervantes Saavedra de las opiniones de Sancho Panza. Yo veo como un ojo que estuviera en la mente de los protagonistas y luego transcribo al papel lo que entiendo que pasa o pasó en la vida del individuo que muchas veces son personas reales a las que he tratado, y en otras, personajes ficticios que tomo en parte de los reales y los interrelaciono imaginariamente en mi mente.
Para aclarar más esto he decidido publicar el prólogo de dicho libro, donde creo que se explica bien las intenciones del mismo. Voy a seguir subiendo poemas de este libro, son bastantes, me va a llevar meses, ya que se pueden subir solamente de a uno por día y el libro tiene 510 páginas.
Aclarado está (creo) suficientemente que mis publicaciones SON OBRAS DE ARTE, NO MI \"DIARIO PERSONAL E ÍNTIMO\".
Ahora bien, para los que gustan más de la poesía que de la prosa, he adjuntado el primero de los poemas del libro, que aunque ya lo publiqué con anterioridad, pienso que merece ser reeditado en esta oportunidad.
Prólogo del libro “El Espejo Secreto”
Leí por ahí que, en cierta ocasión, un rey oriental veía con espanto como su pueblo aumentaba hasta lo indecible, dioses y más dioses en sus templos. Cansado de tanta idolatría e hipocresía religiosa, ordenó quitar todas las imágenes y colocar espejos en sus lugares, pensando, seguramente, que de dicha manera sus súbditos comenzarían a examinarse a sí mismos.
La poesía y las letras en general, tuvieron históricamente, no sólo la misión de entretener e ilustrar al hombre, sino que sirvió para que éstos (identificándose con algún personaje) pudieran verse como en un espejo.
Los poetas, principalmente, han llevado la antorcha de la misión sagrada de salvar al hombre de su peor enemigo: Él mismo.
Conociéndonos, cada uno, podremos darnos cuenta de nuestros errores y aprovechar una vida sicológicamente sana, emocionalmente satisfactoria, moral y socialmente auténtica.
Lastimosamente, nuestra sociedad moderna ha desarrollado sofisticadas maneras de hipocresía y doble moral, que trastornan a todos, y nadie (o muy pocos) consiguen la famosa meta de la felicidad. Todo es mentira: política, religión, caridad, etc., una gran farsa montada, donde cada uno actúa según un papel asignado o adoptado por propia decisión (y/o conveniencia).
Una desmedida pasión por lo material, deificada en el dinero, lleva a muchos a la avaricia, una verdadera forma de vida en donde el cerebro enfermo está en permanente desesperación, creyéndose siempre que le falta algo, acumulando incansablemente, pues se supone pobre por más que tenga.
La cultura del placer, por el placer mismo, hace que el individuo (guiado frecuentemente por publicidad engañosa y últimamente subliminal) esté también permanentemente insatisfecho y buscando erróneamente saciar su ansiedad y apetito emocional, consumiendo lo que no lo calma ni satisface: El placer.
El placer sin sentimientos sólo es exacerbación de los sentidos, y llaman “hacer el amor” a lo que es sólo sexo. Y el círculo vicioso no se rompe, porque no se llega al amor usando la pelvis, sino la razón. Al amor y a la felicidad se llega por el camino de la inteligencia, del conocimiento verdadero, de la sabiduría. Cada vez es más difícil encontrar quienes hagan culto a las virtudes clásicas: honestidad, paciencia, solidaridad, etc., aunque la hipocresía generalizada hace que la mayoría finja o aún se autoengañe creyendo que posee dignidad y que es buena persona.
¡Claro que existen los verdaderos!, los auténticos, hay todavía algunos que no están corrompidos, pero sí, cada vez más confundidos, porque, en sus repetidos desengaños se preguntan si no serán ellos los equivocados. Y hay muchas preguntas que no tienen respuestas, y muchas respuestas que no gustan a nadie.
Este libro que hoy está en tus manos es un encargo que Dios me hiciera, y, como está hecho a Su arbitrio, cada quien será beneficiado en la parte que le sirviera.
Aquí hallarás lo que te parecerá un caos: relatos, notas, cartas, conferencias, estudios y poemas varios. No tendrá capítulos ni preestablecido orden, por lo tanto, tampoco una guía temática.
Deberás buscar lo tuyo.
El espejo que refleja tu rostro.
Tu verdadero y secreto rostro.
Tu espejo secreto.
Espejo 1
Me sentí muchas veces tentado
a escribir bellas poesías,
pero preferí servir con el don me dado
a los jóvenes y a los necesitados.
Dicen algunos eruditos
que de la poesía sólo debe desprenderse belleza,
que lo que es útil deja de ser arte,
(que la letra que sirve no es poesía),
yo pregunto: si la dualidad no existe,
¿porqué las estrellas no dan su luz de día?
Quise llenar de luceros mis poemas,
y dedicarle a musas mil doradas rimas,
pero salieron de mi pluma, consejos
para drogadictos y para prostitutas.
Quise emular a antológicos bohemios
y hablar de la angustia existencial,
pero mis ripios chocaron con sus sueños,
y las fantasías de ellos con mi realidad.
Quise volar en ara de sus dioses,
negando la existencia del Supremo,
busqué otras respuestas,
desacatado, rebelde, blasfemo,
hasta que escuché las voces
de los enviados del Amor.
No existe misterio, no existen dudas,
sólo existen el sí y el no;
“To be or not to be”, soy o no soy,
creo o no creo, soy egoísta o doy.
La ambigüedad es la escena
de los intelectuales de hoy,
y la maldad se concatena,
mientras perdemos un tiempo de valor.
Nos ahogamos en un vaso de agua,
que es nuestra pequeñez moral,
pero la verdad es solamente una,
y está en nuestro interior.
Nos pasamos soñando con la luna
y no apreciamos que todos los océanos,
no son ni siquiera una laguna
en el piélago de la inmensidad de Dios.
Si quieres ponle un nombre en tu ignorancia,
yo hablé con ángeles y con demonios,
los vi en la cara y, en mi estupor,
comprendí mi destino;
si ellos disputaban por mí, yo debería de elegir:
ser un poeta (si quiere llámalo profeta) ¡de Dios!
Y esta es la conclusión de la querella:
No me importa como califiques mis poemas,
¡lo importante es que los leas!