Cuando la marea baja y el sol comienza a jugar
tranquilo voy a pasear por la arena de la playa.
Pausado ando sin parar por donde yo quiera que vaya,
observando en mi atalaya, descubriendo el hontanar.
Camino, voy caminando, por la verita de mar
-un caracol singular entre mis dedos va y se encaja-
Mis dedos libero al pasar y mi mente se relaja
Con la mente cabizbaja. Ya sube la pleamar.
Mi memoria es la que viaja y es la mar mi compañera.
Los sueños impulso al pasar y es mi amor la que me espera
para escoger la escalera que conduce al infinito,
Antes que yo ascienda al altar ya estoy ensayando un grito:
Aquellos que al mar se enfrentan
son ingenuos o inconscientes
o a lo menos imprudentes
por querer causar afrenta.
La mar nunca es traicionera
si le sigues la corriente
No te tildes de valiente
pues la mar a su manera
se trocará en desamor
y el dolor, en más dolor
haciendo al cielo que estalle
en una horrible tormenta
que hará que el mundo se calle.
¡Que resople el firmamento y reclame a los cuatro vientos!
Mas si sube la marea y aparecen nubarrones
que la crudeza del tiempo no se convierta en lamento,
antes bien busque en la brisa, la excusa de una sonrisa.
Frente al mar embravecido, frente al furor de las olas
perviven los berberechos e inocentes caracolas.
Salvemos las emociones, esperanzas, ilusiones
que sirvan para atemperar la serenidad del alma.
Y, por mucho que te duela, no dejes de recordar:
Que a todas las tempestades siempre sucede la calma.