Apenas muera la tarde
y se apague el sol ardiente
con mis ansias florecientes
tocaré tu piel que arde.
Ese sueño tan grande
que tenemos los dos,
de la nada floreció
entre sábanas y almohadas
con pasión desenfrenada
y el fruto de nuestro amor.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela