Maria L

Casa Grande

Dijiste que amor

es una casa grande

con puertas sigilosas,

con lenguas abiertas

de par en par,

dijiste que yo

soy una mujer 

de paredes altas,

que el verano me apuñala

y me bendice el otoño;

dijiste que mis manos

tienen los dedos tristes,

que con ellos despedí

demasiados muertos,

que mis palabras no tienen techo

-dijiste-

y que suelo deambular

de poesía en poesía

como quien busca una madre,

una perla

o un nombre donde guarecerse

cuando las penas suenan

y los huesos andan de huelga

y no queda cuerpo, ni nadie

-nada-

que me sostenga un rato el espanto.

Entonces me pediste que no me muera 

y dijiste que amor es una casa grande.