Era una mañana radiante en la isla mas hermosa del caribe;
Y ahí estaba yo, sentado en el muro de la vieja casa,
Cansado de jugar, exhausto de ceder a la imaginación.
(Un niño desilusionado!)
De repente el corazón sarto de alegría como queriendo escaparse de mi pecho y corrí hacia ti gritando:
Papi, papi; con el corazón hinchado de felicidad y los ojos cegados de ilusión;
Ate mis manos a tu cuello mientras abrasaba tu cintura con mis piernas...
Pero no eras tu, sino un extraño, un desconocido sorprendido por la escena;
Anonadado hasta la confusión; me aparto de el con un poco de desprecio y dedicándome una mirada de pena lo vi alejarse, hasta desaparecer;
Entonces yo niño aun, volví a sentarme en el muro a dibujar con una varita, círculos en la tierra.