A LA TROVA MÍA
Pasados catorce siglos
de tormentos y quebrantos,
se acercó una paloma
con su voz de ángel blanco,
me invitó a la sonrisa,
mas siguiendo su premisa,
ya se gozaron mis labios.
Fueron sus ojos de cielo
quienes mejor me adoraron,
quienes mejor me quisieron,
quienes mejor me miraron;
me dieron a beber locuras
y muchas copas de bálsamo.
Fue el día más divino
de aquel beso de tus labios,
de aquel suspiro de estrellas
que a las mías traspasaron,
con tus miradas de luna
con tus rayos y relámpagos,
y tus sublimes suspiros
que a las cuatro han amado.
Gracias, hija del viento,
gracias por ese abrazo,
por darme fuerzas del aire
de Neptuno y de Vulcano.
Resplandor de alto astro,
a veces eres estrella,
que no sé cuánto te diera
por esa boca de seda
y ese cuello de alabastro.
Me gustas cuando amaneces,
me gustas cuando te callas,
me gustas cuando silencias
y cuando en verdad me amas.
Me gusta verte las velas
y verte cuando te bañas,
me gustas cuando me besas
y cuando mojada me abrazas.